Busco versos desencajados
de la rutina funeraria del cemento,
de las colillas y la *****
entre las que tiro mis restos fatigados,
a la espera de las vibraciones de la vida.
Pero no.
Entonces te reinvento,
musa que no existes.
Te busco en los colores,
te dibujo en las caras que pasan,
te añoro en las miradas que no dicen nada.
¿De dónde sino podrían salir los versos más
relucientes,
sino de las cabezas estrelladas
contra el piso de la crueldad hija de *****
de la mal parida suerte,
de las garras ensangrentadas
de las gárgolas
que me dan caza si me presto;
del pecho hambriento
abierto en canal cuando quiero,
a manos inútiles,
o impotentes,
o insensibles que revuelven
las tragedias del pasado
con escupitajos
y el desgano de existir?
¿De dónde he de sacar versos
entre las piedras mudas de las vías,
entre las toneladas mugrientas
que me cargo a los hombros,
entre las manos agarrotadas
y la cintura hecha trizas?
No.
No se sacar versos
de la ***** inmunda de la vida lapidaria,
de la rutina de obrero,
de las ruinas humanas de la explotación.
Entonces te reinvento,
musa que no existes.
Te añoro en las miradas indiferentes,
te escribo versos que no has de leer,
te imagino en nombres
que más pronto que tarde
me vuelven espejo
de la misma indiferencia
pálida con que me tratan.
Entonces te rescato,
te desprendo de los cuerpos que no están,
te guardo entre las hojas del libro
que siempre llevo conmigo.
Y en cualquier momento te vuelvo a soltar,
para que te poses en la primera mujer que elijas,
y me calientes algo más que las ganas,
avives la hoguera en que usamos
los sueños rotos como leña,
mientras nos burl.amos de su suerte
como fauna despiadada.
Mientras esperamos,
vos y yo, que sea ella…
que ella sea.
La que signe el calendario,
la que parta en dos la agenda,
la que exista a toda prisa,
la que vea, la que lea,
la que patee el tablero
de los versos que me asquean.
La que los vacíe de sentido,
la que no los provoca y los destierra.
La que me susurre
en un suspiro convencido,
que desde ahora mis carnales pasiones,
mis llamaradas en los ojos
y mi fiebre,
tienen un nombre definitivo.
Un definitivo nombre.
Mientras tanto... te escribo.
Te busco entre los cuerpos
que amo con todo amor y ganas,
entre los abrazos
partidos y repartidos,
entre los rostros que acaricio,
entre las sonrisas que devuelvo
-y las que no-,
entre las miradas y los roces,
entre la luna y las muertas estrellas,
entre conocidas y extrañas,
entre las carcajadas honestas
que te presagian,
entre el absurdo vértigo en el que vivo.
Entre el deseo duro y firme
de querer ser consecuente,
de unificar a toda costa
¡costare lo que sangrare
el Pensar, el Decir y el Hacer.
Deseo que tú bien sabrás retribuir
y comprender.
Entre el frenesí errático de sobrevivir
día tras día a mí,
este deporte de alto riesgo
de abandonarme a mis pasiones,
con todo el vigor en el cuerpo,
en la cabeza sobria toda lucidez;
y esta calma de saberte prescindible,
de decirte -como Roque Dalton-
cada día como advertencia única,
(por si acaso nunca te dignes a ser),
que igual sonrío,
que igual respiro, y que:
“Hace frío sin ti,
pero se vive.”
Estoy bien acostumbrado mi vida,
a que no seas vida,
a que no seas mía,
a no saber siquiera
nada de ti.
DDD